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ADMONICIONES DE SAN FRANCISCO DE ASÍS IV.

Nadie se enorgullezca, sino gloríese en la cruz del Señor


La admonición no está introducida por la cita literal de un texto de la Escritura; pero toda ella está salpicada de esos textos y de resonancias evangélicas. El primer versículo pone ante los ojos la dignidad del ser humano. Somos criaturas de Dios creadas a imagen de su Hijo. Este Hijo, que se hizo carne en Jesús de Nazaret, es el modelo de identificación que Dios propone a cada persona. Es el modelo del humanismo cristiano.


Todas las criaturas, la naturaleza regida por leyes inexorables, o los animales movidos pos sus instintos, obedecen a Dios mejor, simplemente porque hacen lo que tienen que hacer. Por eso, dice Francisco, le obedecen mejor que nosotros, seres conscientes, libres, racionales. Una afirmación que rompe nuestros esquemas mentales ¿es que no es un “plus” de mayor dignidad el ser conscientes, inteligentes, libres? Depende...


Añade Francisco: quienes crucificaron a Jesús no fueron solo sus verdugos o los demonios; fuiste tú junto con ellos. Percibimos, aquí y en todas las demás admoniciones, el lenguaje directo, vivo, incluso provocador de la predicación del Poverello.


Sigue la admonición enumerando los logros de la sabiduría del hombre, la teología, la ciencia, las artes, las riquezas; incluso el poder de hacer milagros: de ninguna de estas cosas podemos gloriarnos; o porque son contraproducentes, o porque las hemos recibido de Dios


Y añade: en esto, sin embargo, sí podemos gloriarnos: en nuestras flaquezas y en llevar diariamente a cuestas la santa cruz de nuestro Señor Jesucristo. Es la clave, el mensaje central de la admonición.


Gloriarnos de nuestras flaquezas, tropiezos y frustraciones... humanamente es absurdo e inadmisible. ¿Gloriarnos de nuestra fragilidad, impotencia? ¿De ese querer y no poder que tanto experimentamos? Un desatino


Carga con tu cruz y sigue a Jesucristo que va delante de ti cargado con la suya y la tuya. Tu cruz, esa que, cuando quieres levantar el vuelo tira de ti y te dice que eres tierra y fragilidad, la cruz de tus responsabilidades y tareas de cada día. Tomando todo esto acuestas y asociándolo a la cruz de Jesús, experimentarás cómo todo tiene sentido


El mensaje de la admonición 5

1. La dignidad de la persona. Todo ser humano es imagen y semejanza del Hijo de Dios. Este es uno de los principios del humanismo cristiano. El cristiano, por el bautismo, se va afianzando en esa filiación. Y es desde la fe cristiana desde donde hemos de decir a los demás, creyentes o no, que son hijos de Dios.

2. Asumir responsabilidades. Ante lo que sucede en el mundo, a nuestro alrededor, tenemos la tendencia a autodisculparnos, culpabilizando a otros. O decimos que las cosas son así, y no hay que darles vueltas. Así también sucede en nuestros conflictos personales, de familia... hemos de asumir la propia responsabilidad y culpabilidad.

Asumir responsabilidades comporta también que tomes tu vida en tus manos, que vivas el día a día bebiendo los tragos dulces, agridulces y amargos que te ofrece la vida.

3. La fuerza de la debilidad. ¿Gloriarnos de nuestras flaquezas? Suena muy bien, pero humanamente es un desvarío o una locura. Pues no se trata de instalarnos en la mediocridad, o enorgullecernos de ser transgresores o de nuestras culpas.

Toma tu cruz de cada día y sigue el camino, la verdad y la vida que es Jesús.


Fr. Carlos Bermejo, franciscano.




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