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HABLA TERESA DE JESÚS

Actualizado: 9 oct 2021

Teresa de Jesús, mientras está en Ávila, en su convento de san José, escribe el Libro de la Vida, recuerdos y maravillas de Dios en su alma, en su persona total. Gracias que leemos ahora y nos puede causar admiración, pero son pura misericordia. Desde ahí se entienden y así lo cuenta y torna a decir, una y otra vez, Teresa de Ahumada.


El capítulo 27 es principal para saber la vida que ha llevado el bendito fray Pedro de Alcántara, a quien ella llama santo con todas las letras. Desde el final del número 15 hasta el 21, todo es contar al detalle, en verdad, “porque me lo ha dicho”, la historia del franciscano reformador, fray Pedro, quien ha reformado su vida lo primero, y es un ejemplo “para despertar a no estimar en nada cosa de esta vida”. Y Teresa lo escribe para que sea de provecho, para que seamos penitentes.


El capítulo 27, muchos empiezan hoy a conocer al Santo de Alcántara con la lectura de este capítulo, comienza por dar un salto de alegría al ver encontrado un “dibujo de lo que pasó por Cristo y sus Apóstoles”. Y desgrana los apartados siguientes: santo de la penitencia “hasta llegar a tener el mundo debajo de los pies”; santo de la pobreza; santo “estando en oración”; muy afable, de pocas palabras; gran consejero y sabio para discernir espíritus “aconsejando en muchas cosas”. Toda la penitencia acabó en gran gloria, y es muy buen intercesor siempre que se le pida.


Sí el capítulo 27 “es vida vista y contada”, escuchada de los labios de fray Pedro de Alcántara, Teresa en Ávila lo revive y lo sigue contando en el capítulo 30. Todo el caos que se cernía en el entorno de Teresa, viene a ser alivio -por entonces todo- cuando llega a Ávila el bendito fray Pedro de Alcántara. Dios me lo trajo. Ya se sabe que es autor de libros pequeños de oración, “porque como quien bien la había ejercitado, escribió harto provechosamente para los que la tienen”.


Hay que leer con mucha atención el número 4 de este capítulo 30. Es un verdadero retrato humano de amistad, de intuición, de agradecimiento por el encuentro luminoso. “No hay placer ni consuelo que se iguale a topar con quien le parece le ha dado el Señor principios” y deseos de caridad, de amor.


Teresa reclama, y es vivencia fija del paso de este santo varón, que nos demos cuenta cómo se conoce y cuál es la clave del conocimiento: “Vi, casi al principio, que me entendía por experiencia”. Este santo hombre me dio luz en todo, se consolaba mucho conmigo, me daba parte de sus negocios.


Para entender y conocer hay un axioma clave: “era menester que hubiese pasado por ello quien del todo me entendiese y declarase lo que era”. Aquí hay una clave: fray Pedro de Alcántara ha vivido la mística y los fenómenos místicos más elevados. La amistad con Cristo, las visiones, las locuciones, la amargura, la dulzura y el consuelo, la contradicción de los buenos.


San Pedro de Alcántara “dio razones y causas” para que entendiesen la vida de gracia, de llamada y fenómenos, y no molestasen más, por más confesores y amigos o superiores que fuesen. “Que no me inquieten más”.


Lo experimental y el conocimiento de la gracia hacen posible acercarse al misterio y vivencia de los otros que experimentan los esponsales de Cristo. ¿Cómo explicar todo? La vida extrema del santo de Alcántara que quiso morir en Arenas, se justifica desde la gracia gratuita y la respuesta a la llamada. Respuesta y justificación que da santa Teresa de Jesús: “Debía ser estando en oración, porque tenía grandes arrobamientos e ímpetus de amor de Dios, DE QUE UNA VEZ YO FUI TESTIGO (n. 17,cap.27).


Es muy importante ver los testimonios más directos, los primeros documentos vivos, afectados por la intimidad de la amistad verdadera, cuyo protagonista es el mismo Dios Amor. La misma experiencia produce el mismo lenguaje.


Fr. Victorino Terradillos Ortega, ofm.

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