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RECORDADO POR QUERER SER OLVIDADO

Las ciudades suelen recordar a sus hijos principales nombrando las calles con sus nombres. Estos ciudadanos importantes son los que han querido pasar a la historia haciendo algo grande o dejar recuerdos de su paso en esta tierra luciendo más que los demás en su campo. Sin embargo la ciudad de Castellammare de Stabia, en Italia, recuerda en una página web (https://www.liberoricercatore.it/don-vincenzo-gargiulo/), después de más de un siglo de su muerte, a un pobre cura precisamente por no haber buscado ser recordado, por no haber puesto su firma en ninguna de sus obras, sino por haberlo donado todo gratuitamente en forma escondida y silenciosa, dedicando toda su vida para los últimos, los más pobres y necesitados. Este cura se llamaba Vincenzo Gargiulo, nació el día 2 de Agosto de 1834 en un barrio muy pobre cerca del Astillero de Castellammare, en el golfo de Nápoles, décimo hijo de una familia muy sencilla. En el mismo día fue bautizado en la iglesia del Espíritu Santo. En el 1857, a los 23 años, lo ordenaron sacerdote. Diez años más tarde lo nombraron párroco de la misma iglesia del Espíritu Santo. Era el barrio más difícil de la ciudad, donde la juventud analfabeta se perdía en el alcohol, la prostitución, la falta de trabajo, la indiferencia religiosa y otros muchos males. Sufría mucho viendo la situación moral de su grey y más aún de la juventud. Comenzó creando la Pía Unión de las Hijas de María Inmaculada, con el fin de recoger en la iglesia las chicas jóvenes para alejarlas de peligros que corrían en su ambiente y de la ignorancia; y seguidamente fue creando distintas asociaciones de padres y obreros, organizando misiones populares para catequizar el pueblo… y ninguna de estas obras llevó su nombre. Las tareas eran grandes y mucho más lo eran las necesidades, él solo no podía con todo.

Pidió ayuda a una terciaria franciscana, de unos 40 años, M. Luisa Russo, para que cuidara las jóvenes de la Pía unión de la cual la nombró directora. Don Vicente se quedó asombrado y fascinado de cómo esta mujer, que apena sabía leer y escribir, lograba animar a este grupo de jóvenes, “formarlas” para una intensa vida de fe e ilusionarlas y arrastrarlas hacia una caridad que se abría continuamente a nuevos frentes. El cura no tardó a darse cuenta de la generosa disponibilidad de las chicas y de los signos de una devoción inusual, y tuvo la intuición de dar vida con ellas a una familia religiosa. El año siguiente propuso al grupito dejar sus casas y vivir juntas de forma estable bajo su guía y la obediencia a él y a la directora. El 17 Septiembre de 1870 el primer grupo de 6 jóvenes hicieron una consagración a Dios y se fueron a vivir a un pobre desván cercano a la parroquia. Aquí tomó forma una vida fraterna, de oración fuerte y confiada en la Divina Providencia, comprometida en la salvación del prójimo sin ahorrar ningún esfuerzo ni sacrificio, e incluso la vida. Don Vicente silenciosamente se volvió el fundador de esta pequeña nueva familia religiosa.

El fundador sentía en su corazón que estaba naciendo algo nuevo y empezó un cuidadoso discernimiento sobre la orientación carismática a dar a la nueva fundación. En la primavera del 1874 don Vicente se retiró una temporada al eremitorio alcantarino de “ La solitudine”, en Piedimonte Matese, para escribir las Constituciones del que habría de ser su Instituto de las Hijas pobres de San Pedro de Alcántara.

El fundador y padre espiritual de las jóvenes, tratando de asegurar la formación y el futuro de la nueva fundación, no quería recomendarla a una Orden o un instituto preexistente, sino a alguien,a un padre y maestro mayor y con más vida que la suya. San Pedro en “la solitudine” se había encontrado con San Pedro de Alcántara, como un maestro sabio y experimentado, como un padre y renunció en favor de él a su paternidad sobre el nuevo instituto. Él, que hasta este momento había acompañado en su crecimiento al grupo de jóvenes, las ponía ahora en las manos de “nuestro Padre San Pedro de Alcántara” para que las acompañase, guiase y protegiese en su nueva andadura. El Cura bajó del monte con el manuscrito de las Constituciones en la mano y desde entonces los frailes alcantarinos fueron los formadores y los guías espirituales de las primeras Hermanas Alcantarinas. El 14 de Septiembre de 1874, las hijas pobres de San Pedro de Alcántara fueron oficialmente reconocidas como Instituto de derecho diocesano y agregadas a la Orden de los frailes menores y el 4 de Octubre vistieron el hábito alcantarino.

Por otros 25 años siguió haciendo el párroco de la iglesia del Espíritu Santo y acompañando y animando a las Hermanas en la apertura de nuevas casas y nuevas obras de caridad. Muy enfermo falleció el 22 de Octubre de 1895 con 61 años, casi todos gastados en servir la iglesia y los más pobres.

Sor ELI.GRA


https://www.hermanasalcantarinas.org/



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